Siempre me sentí muy atraída y fascinada por el mundo de la maternidad y todas sus potencialidades. Antes de trabajar en el mundo perinatal, y antes de ser madre, la maternidad me interesaba en su dimensión política, colectiva, social - desde mi primera vocación como politóloga, trabajando en derechos humanos y proyectos relacionados con la igualdad de género, la inclusión y el medio ambiente, en Francia y en Argentina.

En paralelo nació nuestra familia ensamblada con mi pareja, junto a sus dos hijas a través de quienes conecté con mi primer « yo materno ». Cuando nació nuestra hija me sentí, con esta nueva matrescencia, conectada con todas las madres y sus bebés en un plano universal y espiritual. Más allá de las diferencias culturales y sociales, veía las profundas similitudes de la maternidad que nos unen, en cualquier parte del mundo.

 A raíz de la búsqueda de mi segundo hijo, y de diferentes complicaciones obstétricas, experimenté, de forma más consciente, la falta de apoyo emocional del sistema de salud y de la sociedad en general, frente a las dificultades - sin embrago muy comunes - que enfrentamos las mujeres en nuestros caminos de maternidad… tabúes, juicios, falta de información y a veces simplemente falta de humanidad, en ese periodo tan sensible y profundamente humano que es el inicio de la vida!

Estas son las razones que me llevaron a cambiar de profesión y formarme para acompañar a otras madres y familias, una vocación que me llena de alegría, sororidad y responsabilidad.

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Sigo aprendiendo cada día, de las madres y familias que acompaño, de mis redes de mujeres, maestras/os, lecturas, podcasts, películas y todo lo que me nutre intelectual y emocionalmente, de mis vínculos con mis seres queridos y por supuesto de mis hijos, mis principales maestros de vida.